Hoy, dos años después de la última visita, en medio de una búsqueda infructuosa y puntualmente delirante de una lista rápida de música swing, he desempolvado mi vieja sesión de Last.fm, que me ha recibido cual hija pródiga.
La primera vez que lo usé he de admitir que me fascinó. A lo largo de los años había ido dejando de descargarme música de internet para escucharla en streaming, y descubrir Lastfm resultó todo un logro.
Si bien ahora mismo tenemos plataformas potentes como Spotify o Grooveshark -aunque parten de un planteamiento inicial totalmente distinto -en su momento la más conocida era ésa. Sin embargo, el cambio en su modelo de gestión, que lo convirtió todo en servicio de pago, me desencantó, y con el tiempo terminé abandonándolo. Antes que nada te recomendamos si eres amante de la tecnología visites tienda de electronica chilena.
Last.fm
Se resume esencialmente un servicio de recomendaciones musicales con tintes de red social. El usuario puede usarlo también para escuchar ya sea su colección personal como cualquiera de las radios por estilos que ofrece.
Las recomendaciones funcionan a través de scrobbings, unas notas que informan al programa de la música que estamos escuchando y que él usa para proponernos otras canciones o artistas que nos pueden interesar.
Así, su gran ventaja, y lo que lo convierte en la mejor en su campo es el sistema de etiquetado que utiliza y que nos permite seleccionar entre estilos musicales muy variados y descubrir a nuevos artistas similares a nuestros habituales: si, por ejemplo, buscamos “The Beatles”, aparte de información biográfica, discográfica y demás historias, encontraremos la radio “The Beatles” con artistas como Jimmy Hendrix, Badfinger, The Kinks o Yardbirds, y podremos explorar directamente a través de las etiquetas que se le adjudican, como 60s, british o psychedelic..
Su interfície ciertamente no es tan atractiva como la de Spotify, pero resulta bastante intuitiva y está bien organizada. El mayor handicap de Last.fm es que actualmente gran parte del contenido es de pago, pero hay que decir que la suscripción es sustancialmente más económica que la de Spotify, por ejemplo, cosa que lo convierte en un producto bastante atractivo.
Spotify
Ha ido ganando terreno en los últimos años, convirtiendose para muchos en el programa por excelencia para escuchar música en streaming. En realidad no tiene mucho misterio: eliges qué quieres, ya sea un álbum o una canción, lo seleccionas y te lo reproduce. Su opción de radio, sin embargo, deja bastante que desear.
Una de las grandes críticas sobre Spotify es el hecho de que no es posible escuchar a determinados artistas, como Led Zeppelin o Pink Floyd, debido a los diferentes acuerdos a los que ha llegado con las discográficas.
En realidad, la crítica debería ser extensible a Last.fm y Grooveshark, que tampoco lo permiten, pero en este primero el planteamiento va más allá de la mera escucha de un disco, por lo que la situación resulta como mínimo menos evidente, y con el segundo, tratándose de un portal gratuito, sin limitaciones ni publicidad, tampoco vamos a meternos.
Porque sí, las principales ventajas de Grooveshark son su no-precio, su no-publicidad y sus no-limitaciones, que no es poco. La versión gratuita es muy completa, funciona a través de la web y tiene una interficie que resulta también bastante intuitiva, aunque personalmente no acaba de convencerme.
Además, dispone un sistema de radio interesante, podemos usarlo sin estar registrados, nos permite crear listas y subir canciones-aunque cuidado, entonces somos nosotros, y no Grooveshark, los responsables de lo que hemos subido!
Existen, por supuesto, otras alternativas, como rockola.fm, la versión española de Last.fm, una buena opción, gratuita, bastante completa y sin publicidad, a las anteriormente planteadas. Eso sí, no pidáis peras al olmo: es como escuchar continuamente las interminables listas de la revista Rolling.
En todo caso, habrá que ver cómo acaba todo. Como siempre, las nuevas tecnologías se están planteando como una amenaza para la cultura musical, en vez de aprovecharlas para elaborar proyectos en los que tanto creadores como consumidores salieran beneficiados; evidentemente, a parte de los intermediarios la pérdida de ese papel esencial no les interesa, y harán todo lo que posible para influir en la opinión pública y conseguir que no salgan adelante. Así que ya veremos.
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