Se ha acrecentado considerablemente el interés por los temas económicos, luego de la catástrofe financiera que se ha desencadenado en los últimos meses.
Y es que no solo las estructuras de los mercados se han visto rebasadas por ciertos eventos externos, que se pensaban ajenos a su injerencia, sino que, paradójicamente, se ha patentizado que no existe un dominio de lo humano que no esté en relación directa con el modo en el que se llevan a cabo las transacciones económicas en el mundo.
Esto no quiere decir que los discursos económicos se constituyan como el nuevo logos que rija los avatares de la realidad, sino más bien que el dinero y la forma de relacionarnos con este, ha evidenciado una, de entre tantas otras, disimulada forma de subjetividad que poco a poco va manifestando sus inéditas particularidades.
En este sentido, vale la pena retomar el concepto de ideología manejado por el pensador estructuralista Louis Althusser.
En su importante obra “Ideología y aparatos ideológicos del estado” Althusser construye una noción de ideología basada en ciertas nociones de los psicoanalistas Freud y Lacan, específicamente en las de lo imaginario y la fase del espejo.
Para Althusser, las ideologías son dispositivos represivos, estructuras reguladoras de lo real, que condicionan la posibilidad de todo “yo”, es decir, de toda posible subjetividad. Las ideologías son constructos imaginarios de identidad propia, que regulan la relación de un individuo con su sociedad.
Desde esta perspectiva althusseriana, es en donde proponemos estudiar la situación de la deuda, uno de los mecanismos económicos, de más consecuencias existenciales.
Y así, podemos ponderar el análisis de los posibles factores que producen el endeudamiento de una persona, pero no para verse libre de estos compromisos monetarios– puesto que si identificamos las deudas como ideologías, veremos que son eternas y ahistóricas: no son, no están, solo se acuerdan, se pactan; siempre ha sido así – sino, más bien, para ver que es posible construir formas de libertad novedosas y positivas, que parten de una permanente situación de endeudamiento.
Así como la historia, según Althusser, no tiene sujeto que la protagonice, ni destino a ser cumplido, así de igual manera la realidad económica es solo un azaroso juego de espejos, pero que sin embargo constituye el campo de posibilidad de las instituciones humanas.
Por eso es tan importante estudiar los fenómenos económicos a conciencia: para comprobar que hay mucho más allá, pero solo después de ellos. Es un camino de un solo sentido, que debe ser transitado con lucidez y buen juicio.
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